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Práctica (continuación)

Debemos practicar hasta que seamos capaces de mantener un estado de tranquilidad tanto en la acción como en la inacción. ¿Qué queremos decir con esto? Pues bien, que cuando estamos actuando no nos perturba en absoluto la agitación del mundo, y que de la misma manera no estamos apegados a la sensación de tranquilidad que tenemos cuando estamos en reposo.


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  «Barre el polvo mientras cantas el nombre del Buda Amitabha, y la flor de loto florecerá y se abrirá. «Este proverbio nos recuerda que la atención correcta debe guiar al practicante. Entonces vendrá a purificar, oxigenar nuestra mente y, alejándonos de nuestros malos pensamientos, permitirá que abunden los pensamientos correctos.

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  Toma las cosas como vienen. De hecho, nada debe perturbar la mente de un practicante. Tenemos que renunciar a nuestros deseos, a todas esas posesiones que nos atan al mundo -ropa, comida, refugio, coches- y a nuestros juicios, ya sean elogiosos o desaprobatorios. En cuanto nos liberemos de todas estas cargas, nuestra sabiduría nos llegará de forma natural. La simplicidad de la mente es el camino correcto.

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  La perseverancia es una virtud indispensable en la práctica: no hay ningún truco para llegar a la iluminación. Cantando el nombre de Buda, aprendemos a eliminar poco a poco todos los malos pensamientos de nuestra mente. ¿Cómo te gustaría alcanzar los frutos de la práctica y la iluminación sin esto?

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  Además, nuestra vida cotidiana es un espacio privilegiado para nuestra práctica. Debemos mantener nuestra fe, respetar los votos a los que nos hemos comprometido, practicar y repetir el nombre de Buda sin cesar. Un día, entonces, la iluminación nos llegará de forma natural y veremos en todos los seres la naturaleza de Buda.

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  El practicante, dondequiera que esté, debe permanecer tranquilo, libre de apegos y obstáculos. El objeto de nuestra práctica es la comprensión de nuestro verdadero yo. Si queremos progresar en el camino del verdadero Dharma, debemos practicar por nosotros mismos: nadie puede hacerlo por nosotros. Como nos recuerda un viejo proverbio chino, quien ha bebido agua sabe muy bien si el agua estaba fría o tibia. A través de la práctica, adquirimos un conocimiento auténtico y personal.

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  Aprende y cultiva lo bueno, ignora lo malo. Mantén la mente clara y recuerda que las situaciones desagradables nos ofrecen las mejores circunstancias para practicar la virtud de la tolerancia. El objetivo de la práctica no es juzgar quién tiene razón y quién no. Por el contrario, su fuerza radica en que nos mantiene invariablemente ecuánimes.

Cuando, por ejemplo, usted tira la última barrida al suelo y considera que su tarea está terminada, es muy posible que una persona mayor le reproche de forma despectiva que su trabajo fue descuidado. Si te peleas con ella, demuestra que todavía tienes algún apego, y tu práctica, así de imperfecta, no te distingue de otras personas. Si, por el contrario, respondes a la anciana cogiendo la escoba para quitar el polvo que pueda haber quedado, sólo entonces estás practicando correctamente.

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  La tolerancia es fundamental. Si podemos practicar sin que el espíritu de tolerancia huya de nosotros, seremos capaces, dondequiera que estemos, de afectar, de tocar a las personas que encontremos. La tolerancia es, en efecto, la madre de muchas virtudes, y también puede frenar la ira y los celos. Dondequiera que se encuentre un practicante así, la gente estará encantada de conocerlo, y él mismo sabrá cómo atraerlos a la práctica.

Así que hay que ser tolerante. Esta es la raíz de la práctica. Sin tolerancia, sois monjes sólo en apariencia: ¡no creáis entonces que lo que hacéis es correcto! Si no os habéis liberado de las ilusiones que obstruyen nuestra comprensión del verdadero yo, la tolerancia no está disponible para vosotros.

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  La práctica es interior. No es un ejercicio externo y debe ser continuado hasta que encontremos la tranquilidad en nuestro interior. No es apegándonos a las cosas externas como podemos practicar correctamente. La introspección es un aspecto necesario de la práctica, que debe conducir a la conciencia de que somos una persona de poca importancia. Esta es la verdadera práctica.

Además, la práctica consiste en desarrollar la bondad y la compasión. Por eso los practicantes suelen tener un aspecto amable que les permite atraer a la gente y animarla a practicar junto a él. Si alguien ha alcanzado la iluminación, las personas que le rodean recibirán ciertos beneficios y sentirán el deseo de practicar con él y por él.

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  El propósito de la práctica es adquirir sabiduría y desarrollar el mérito kármico. Debemos, en la medida de lo posible, ayudar a los demás, mantener buenas relaciones con ellos. Es entonces cuando la sabiduría y los beneficios kármicos nos serán otorgados. La práctica consiste en desarrollar estos dos puntos que, con el tiempo, nos serán concedidos. La iluminación aparecerá entonces como una fruta madura.