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El apego a sí mismo

La mayoría de la gente es aficionada a las palabras bonitas, a criticar a los demás o a recibir halagos. Y cuando escuchan lo contrario, se irritan. Esto es lo que llamamos » el apego a sí mismo», y es lo que produce la intranquilidad de nuestra mente.

  
  Si actuamos arrastrando las cadenas de este apego, mantendremos en nuestra conciencia esta idea de un «yo», que es una especie de egoísmo. De hecho, demostraremos que nuestro «yo» es algo muy importante, nos entregaremos a la comparación y al cálculo y, con esta forma de comportarnos, crearemos una fuente perpetua de preocupaciones que complicarán nuestra práctica y nos evitarán transformar nuestros karmas negativos.

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  Nos gusta saber si la gente habla de nosotros positivamente o no, ajustamos nuestra conversación según la cara sonriente o no de nuestros interlocutores. Son manifestaciones de nuestro apego a nuestro sí mismo. Buscamos caer bien a los demás. Esto también dificulta la práctica.

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  El apego a uno mismo es la causa de todas nuestras dificultades. Promueve la competencia entre los seres. Por lo tanto, es aconsejable, en nuestra práctica, alcanzar una conciencia liberada de este apego. Para ello, tenemos que trabajar, entre otras cosas, en la tolerancia. Debemos evitar afirmar que lo que decimos y hacemos es correcto, y mostrar empatía, de lo contrario nuestro pensamiento no será correcto y, como la gente corriente, no seremos auténticos practicantes.

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  Para deshacernos de nuestro apego al yo, debemos facilitarnos la vida: comamos con sencillez, vistámonos con moderación y hagamos que, con el tiempo, tengamos pocos deseos. Entonces dejamos de compararnos sin cesar con los demás, nos desprendemos de nuestro ego y de los demás, de las comunidades y de la vida en sociedad en general, para liberarnos poco a poco.

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  No juzguemos los errores de los demás, sino cuestionemos nuestras propias faltas: ¿hemos cometido las mismas que hemos observado en otros? De esta manera nos mantendremos erguidos en el camino de la práctica.

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  Si actuamos de forma que queramos demostrar nuestro talento o convencer a los demás de nuestra superioridad, acabaremos inevitablemente en el fracaso en última instancia. No creamos que, por haber tenido una formación universitaria, tenemos más conocimientos que los demás. Si creemos en nuestra superioridad, seremos impermeables a los consejos que puedan darnos los hombres. Seremos cautivos de nuestro propio conocimiento y al mismo tiempo de nuestra arrogancia. Esto obstaculizará nuestra evolución y nos alejará de la verdadera enseñanza de Buda. Cuanto más crecen nuestros talentos, más humildad debemos mostrar. Esto, en verdad, es sabiduría.

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  Si practicamos para nuestro pequeño yo y nuestra mente sólo está interesada en nosotros mismos, esto es una forma de apego a nuestro ego y también es una fuente de sufrimiento que obstruye el camino hacia la liberación. Pero si nuestra práctica es en beneficio de todos los seres, si aspiramos a acumular méritos en beneficio de todos y si actuamos con gran compasión, entonces nos desarrollaremos plenamente dentro de la enseñanza de Buda.

Aumentamos nuestra propia sabiduría a medida que aumentamos los méritos de los demás. Por eso podemos hablar aquí de una práctica en la que todos salen ganando.

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  No tengamos apego a uno mismo, pues éste nos ata a las cadenas de este mundo impuro en el que nos encontramos y, si nuestro apego permanece para siempre, nos mantiene para siempre entre los seis caminos de la reencarnación.

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  La avaricia consiste en apegarse y entregarse a los apetitos físicos, a la buena comida, a la elegancia del cuerpo.

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  Los monjes deben evitar la búsqueda de fama y admiración. Estos pensamientos son indeseables. Monjes, debemos mostrar humildad y discreción para poder desprendernos de nuestro ego, respetar los preceptos y practicar la concentración y la sabiduría.

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  A menudo no somos conscientes de nuestro apego a ciertas cosas. Por regla general, sólo somos conscientes de las cosas cuando tenemos tiempo para ello. A veces, incluso sin que lo pensemos, un determinado apego aparece «por sí solo». Estos apegos son obstáculos kármicos. Hemos acumulado muchísimos karmas negativos desde tiempos inmemoriales, y sin concentración no podremos dominarlos, ni salir del ciclo de reencarnaciones: si te apegas a una sola brizna de hierba, te reencarnarás por ella. Una infinidad de pensamientos surgen en nuestra mente, y si nos falta concentración, no podremos mostrar la introspección necesaria para evitar sufrir, inconscientemente la mayoría de las veces, los karmas que estos pensamientos suscitan.

Algunas personas nos hacen creer, en apariencia, que están concentradas, mientras que en verdad están aplastadas por el flujo interminable de sus pensamientos.

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  Las enseñanzas de Buda están pensadas para ser entendidas, pero también para ser practicadas. Al practicarlo, nos desprenderemos de nuestro ego y de nuestros juicios.

Además, se debe pronunciar el nombre de Buda con la mayor frecuencia posible.

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  No ayudamos a los seres sintientes en la práctica de la enseñanza de Buda si nos limitamos a expresarla con nuestras palabras y nuestros regalos. Por encima de todo, debemos ser dignos de nuestra práctica, tanto que la gente pueda sentirla lo suficiente como para querer acudir a nosotros de forma natural, sin ninguna compulsión.