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Los cinco poderes de los caramelos de un caballero judío


Hace poco visité la Crepería de Bobo para averiguar cómo utilizaban nuestra plataforma https://es.eco-restau.com/. Aproveché esta visita para recoger algunos comentarios y otras observaciones sobre el sujeto. Pero pronto llegaron muchos clientes, por lo que la dueña del restaurante se vio rápidamente desbordada.

Así que me ofrecí a ayudarla y me improvisé como camarero. Esto me trajo recuerdos de mi vida de estudiante, cuando era camarero. Así que fue algo muy familiar para mí actuar en este puesto.

Cuando quise salir de la crepería, la dueña insistió durante mucho tiempo en que me llevara algunos de los caramelos que había puesto a disposición de los clientes. Me di cuenta de que la caja tenía una fecha de caducidad de más de diez años, aunque los caramelos que contenía eran muy recientes. Para el propietario, esta caja estaba ligada indisolublemente a un recuerdo muy emotivo.

Me contó la historia de un anciano judío que venía a su crepería. Cada vez que venía a comprarle, la contaba varios consejos y recomendaciones que su experiencia había enseñado. Además, sabiendo que los sudokus tenían el efecto beneficioso de liberar las tensiones generadas por su actividad, regularmente la compraba. También se ocupaba de sus hijos: les compraba dulces, libros y les animaba a aprender chino, pues creía que era muy importante que leyeran y escribieran en esta lengua. Este hombre había vivido la guerra y las numerosas discriminaciones que un conflicto de esta magnitud podía provocar. Tras varias andanzas, se instaló en París. Si no creía en el destino, al menos estaba convencido de que Francia podía hacer grandes cosas. Tras completar sus estudios y convertirse en ingeniero agrónomo, abrió una cadena de restaurantes que le permitió hacer fortuna.

Entre los consejos que se dio al dueño de la crepería estaba el siguiente: «Si se funde una bombilla en tu restaurante y sales a comprar otra y luego sacas una escalera de mano, devuelves la luz y guardas la escalera, tendrás tiempo de ver cómo todos tus clientes abandonan tu restaurante. Pero, dígame: ¿qué es más importante en el negocio de la restauración? ¿Cuidar de los clientes o de una bombilla? La recordó que sería mejor que dejara el cambio de una bombilla a otras personas en el momento oportuno, y que así emplearía mucho mejor su tiempo en atender a sus clientes, y que de esta forma evitaría tener que andar de un lado para otro. Para la dueña, este hombre era como su padrino: siempre estaba ahí, y sus sabios consejos le venían muy bien.

Cuando terminó de contarme esta historia, la hablé de los cinco poderes del budismo: la confianza, el análisis, el pensamiento, la concentración y la sabiduría (en este caso, la forma en que se ha gestionado un proyecto de forma inteligente). Estos poderes son como las raíces que nos permiten crecer. Si quiero montar un negocio, debo tener confianza en que puedo hacerlo. A continuación, debo intentar comprender cómo puede funcionar idealmente una empresa de este tipo, cómo puede crecer y prosperar. Una vez hecho esto, tendré en mi mente claramente el pensamiento de lo que quiero crear, y distinguiré lo que es prioritario de lo que es secundario. Si entonces persevero en este camino, sabiendo claramente lo que debo hacer, adquiero concentración y mi mente deja de agitarse por nimiedades. Y finalmente, en esta perseverancia, consigo realizar mi proyecto y alcanzar así la sabiduría. Estas cinco fuerzas están tan estrechamente relacionadas entre ellas que si una no se trabaja lo suficiente, las otras no pueden realizarse.

Estas cinco fuerzas pueden utilizarse en la vida cotidiana y en el camino de la liberación. Hay muchas personas que dirigen un negocio, están sobrecargadas de trabajo y, al cambiar las prioridades cada día, se dispersan fácilmente en lugar de tomarse tiempo para reflexionar y comprender cómo deben actuar mejor. Esta falta de organización es un claro indicio de que estas personas no están aplicando las cinco fuerzas.

Hace unos días, la esposa del caballero judío fue a la crepería. Le dijo a la dueña que su marido había muerto y, ofreciéndole la caja que mencioné antes con unos dulces recién adquiridos, le confió que era un regalo que el viejo quería hacerle. La dueña no pudo contener las lágrimas, pero, pensando en sus clientes, se las arregló para atenderlos. Pero a partir de ese día, la caja se convirtió en un dharani para ella, y cada vez que la ve, la recuerda los cinco poderes del budismo: la confianza en uno mismo, el análisis minucioso, el pensamiento que permite distinguir lo que está bien de lo que está mal, la concentración que evita la dispersión, y la sabiduría, la inteligencia para triunfar.

Te agradezco que hayas leído hasta el final esta historia que quería compartir con ustedes.

Amitofo.