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Historia del Rey Agnidatta

(Khuddaka Nikāya)

Un día, un practicante que paseaba por el césped vio una gran serpiente. Este último le dijo en su mente:
«Sé que eres un verdadero practicante, y me gustaría que me explicaras la enseñanza para que pueda deshacerme de esta existencia de serpiente.

Dígame, ¿conocía al rey Agnidatta?

– Sí -respondió el practicante-, ya he oído hablar del rey Agnidatta y parece que fue una persona muy loable que construyó muchos monasterios. De hecho, yo fui ese rey en mi vida pasada. Poco antes de mi muerte, un esclavo me abanicaba y en el mismo momento de mi muerte dejó caer el abanico sobre mi cara. Este simple gesto despertó en mí una tremenda ira que me hizo renacer como serpiente. «

El practicante le explicó entonces la verdadera enseñanza, y la serpiente escuchó con mucha atención. Siete días después, la serpiente murió y renació como un dios celestial. Entonces se dirigió al Buda y durante meses le arrojó pétalos de flores a él y a sus discípulos para agradecerle sus enseñanzas. La gente empezó a preguntarse quién era ese dios.

«Yo era el rey Agnidatta», les dijo, «y estoy mostrando mi gratitud al Buda porque fue a través de sus enseñanzas que pude liberarme de mi existencia de serpiente. «

Podemos concluir que debemos tener mucho cuidado con las personas que se creen muertas y cuyos órganos queremos recuperar para trasplante. Según el budismo, aunque una persona ya no tenga pulso, su conciencia mental sigue presente durante tres y ocho horas. Sólo después de eso podemos decir que la persona ya no está realmente allí y que su bardo está, por tanto, fuera. Si alguien quiere donar sus órganos, los médicos suelen hacer la operación de inmediato, por lo que hay que aconsejarles que anestesien bien el cuerpo antes de diseccionarlo. De lo contrario, es muy doloroso para la persona, aunque ya no sea capaz de expresar sus sentimientos. Podemos sentir un gran dolor con sólo picarnos con las ortigas; imagina entonces el dolor de sentir nuestro cuerpo cortado.

El budismo dice que en la vida nos ciegan cinco cosas: la riqueza, el sexo, la reputación, la comida y el sueño. Son como nudos que nos impiden liberarnos. Pero aunque seamos muy cuidadosos con estas cinco cosas, debemos serlo aún más cuando morimos. En cuanto a los que quieren recuperar los órganos, es necesario dejar siempre que el cuerpo descanse y practicar una anestesia general.

El practicante le explicó a la serpiente estos cinco nudos, y sobre todo que había que tener mucho cuidado de no enfadarse porque la ira puede quemar todo un bosque de méritos.