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Historia del comerciante

(Agama Sutra)

Había una vez un comerciante que tenía un hijo. Desde el nacimiento de este niño, el destino siempre pareció sonreír a su padre: sus negocios iban muy bien y viajaba constantemente a través del océano. El niño creció y un día le pidió a su padre que lo llevara con él. Quería ver todos estos países extranjeros y el comerciante aceptó su demanda.

Un día fueron a comprar mercancías a un país lejano, pero a la vuelta, mientras navegaban por el océano, se encontraron atrapados en una tormenta de la que no pudieron salir. Los quinientos comerciantes estaban muy asustados, excepto nuestro muchacho, que les dijo

 

» Recemos al Buda: si tenemos la afinidad kármica necesaria con él, seguramente vendrá a ayudarnos. »

Y efectivamente, al final de su oración, salieron de la tormenta. Una vez en tierra firme, el hijo del mercader les propuso que ofrecieran dinero para construir un monasterio para Buda y que le dieran también comida. Los quinientos mercaderes aceptaron y el monasterio se construyó rápidamente.

Entonces fueron a ver al Buda y le pidieron que les explicara la enseñanza. El Buda les habló, y tan pronto como terminaron de escuchar sus palabras, algunos de ellos alcanzaron diferentes frutos de arhats. Todos ellos pidieron convertirse en monjes y el Buda aceptó su ruego. Así, en poco tiempo los mercaderes alcanzaron el cuarto fruto y se convirtieron en grandes arhats.

Entonces el Buda dijo a los demás:

«No creas que han empezado a practicar hoy. Su práctica se remonta a mucho tiempo atrás. Hay muchos kalpas, estos quinientos comerciantes ya estaban conmigo. Por eso, cuando se encontraron en medio de esta tormenta, fui a ayudarles con mis poderes sobrenaturales. Por eso también confiaron en mí cuando me vieron y cuando escucharon mis enseñanzas, empezaron a practicar inmediatamente. Así que alcanzaron un alto nivel muy rápidamente. »

Podemos concluir que nunca debemos subestimar nuestra práctica y despreciar a un principiante. Por encima de todo, debemos tener confianza en nosotros mismos y en Buda. Además, el simple hecho de poder hacerlo demuestra que ya llevamos mucho tiempo practicando.