En el Sutra Surangama encontramos el método que utilizó Avalokitesvara para alcanzar la iluminación. Después de que el Buda le pidiera que compartiera dicha experiencia con todos los discípulos, el gran bodhisattva (que era, en verdad, un Buda y el maestro del Buda Sakyamuni, y que había venido a su lado sólo para ayudarle en su tarea) le dio este discurso:
«Oh, Venerable maestro, hace tantos kalpas que habría que contar todos los granos de arena del río Ganges para saber el número de kalpas, apareció un Buda que también era de nombre Avalokitesvara. Yo había formulado un gran deseo de poder ayudar a todos los seres sintientes. También había deseado que descubriera y reflexionara sobre el conocimiento de la verdad, para que luego pudiera utilizarlo en mi vida diaria.
Así que me apresuré a meditar largamente en todo lo que este Buda me había dicho, para poder entrar finalmente en samadhi.
El método que desarrollé siguiendo las palabras de Buda consistía en evitar que la mente se viera perturbada por la actividad de los sentidos. Así que me propuse fijar mi atención en los sonidos que el oído podía recibir. Así, mientras observaba los diversos sonidos que me rodeaban, me di cuenta de que la conciencia que había en mí estaba activa, que estaba unida a los sonidos. A causa de este apego, mi conciencia mental inició inmediatamente un análisis de cada sonido en el que me había fijado, un análisis al que bien podía apegarme. Ahora bien, es precisamente en el momento en que uno se apega a los análisis de la mente, es decir, en el momento en que se crea una semilla de apego, cuando nacen las perturbaciones que nos alejan de la tranquilidad y nos mantienen en las redes del samsara, el ciclo de reencarnaciones. Así, aprendí a escuchar los sonidos sin apegarme a ellos, es decir, en lugar de apegarme a los distintos sonidos que podía escuchar, me apegué sólo al estado de tranquilidad que me producía naturalmente escucharlos. De este modo, poco a poco llegué a no ser perturbado por ningún sonido ni por el silencio: me había vuelto consciente de los sonidos, sin apegarme a ninguno de ellos, y tampoco a cualquier cosa que pudiera provenir del mundo exterior o de mi propia interioridad.
Luego, gracias a la práctica, comprendí que tanto el movimiento como el no movimiento provienen de una sola conciencia, de esa conciencia en la que no hay pensamiento ni apego. Entonces alcancé rápidamente la iluminación, y ni los sentidos ni las ideas pudieron entonces perturbarme, habiendo comprendido que su naturaleza era vacía. Así pude purificar algunos de mis karmas y alcanzar finalmente el estado de Buda. «
La singularidad de este método con respecto a los demás es sólo aparente, porque aunque, en el momento de los primeros pasos que podamos dar en su práctica, pueda parecer efectivamente diferente de los demás métodos, se une, a medida que lo practicamos, a las otras vías en un punto que llamamos «la puerta del budismo chan», que es el momento en que llegamos a comprender la naturaleza del mundo: puede haber varios caminos, pero todos conducen a la misma puerta.