(Jataka)
Un gorila gigante y compasivo se encontró una vez con un cazador que, habiendo caído en un profundo hueco, se había herido a sí mismo e hizo resonar su voz en la montaña para que alguien acudiera en su ayuda. El gorila se apresuró a recuperar al hombre herido y lo puso a salvo.
Explicó el gorila: «Porque has matado animales, ahora has caído en ese agujero. Pero ahora que estás a salvo, te animo a no matar más animales. »
El cazador, sin embargo, no muy preocupado por las palabras del poderoso simio, pensó que era más apropiado en su mente matarlo y comérselo, ya que el hambre estaba empezando a asolarlo. Como el gorila se había dado la vuelta, el cazador aprovechó la oportunidad para agarrar una piedra y dispararla violentamente a su cráneo. El sangriento pero aún consciente animal se derrumbó en el suelo. Aunque no tenía odio ni arrepentimiento, sin embargo sentía una profunda tristeza y se decía a sí mismo que si no tenía suficiente afinidad con este cazador, era de esperar que en otra vida tuviera más y así poder salvarlo de sus fechorías.
El gorila de esta historia era una de las vidas del Buda Sakyamuni, mientras que el cazador era uno de sus enemigos. Según el budismo, es importante para nosotros tener en cuenta la mirada de los demás y ayudarlos a salir de su ignorancia y sufrimiento, de lo contrario, al no preocuparnos por los demás, a menudo actuaremos muy mal. El Buda sólo se convirtió en Buda porque vivió en la compasión de todos los seres y siempre consideró los intereses de los demás antes de tomar una decisión, porque si hubiera actuado sólo en su propio interés, se habría encerrado en la ignorancia, el apego y la ira y, además, se habría encerrado en el ciclo de las reencarnaciones.