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El deseo sexual según el budismo


Lo que sigue está tomado de una conferencia ofrecida por un maestro budista.

Empecemos con una historia: En la época de Buda, en Vaiśālī vivía un hombre llamado Yasa.

Habiendo escuchado la palabra del Buda, había decidido hacerse monje. Sin embargo, durante un cierto período hubo una gran sequía, por lo que los alimentos escaseaban y el monje sufría. Su madre le sugirió que volviera a casa todos los días para estar con su mujer y alimentarse junto. Incluso añadió que, siendo un monje, debía, no obstante, dar descendencia a su familia para que un niño heredara su riqueza. Finalmente, Yasa siguió el consejo de su madre y se acostó con su mujer de forma habitual para tener un hijo. Finalmente tuvieron un hijo. Cuando la gente se enteró de esto, hablaron entre ellos, lo que produjo el desprecio hacia Yasa. Los rumores sobre el monje llegaron a oídos de Sariputra, un discípulo de Buda. El Buda le dijo entonces a Yasa:

«Has cometido un error al hacerlo, pues has dado la oportunidad a los dioses del mundo del deseo de impedir que los seres humanos accedan al mundo de la forma».

Fue en esta ocasión cuando el Buda decidió establecer los preceptos para los monjes, y decretó que los que siguieran el camino monástico ya no podrían tener relaciones sexuales. También estableció preceptos para aquellos que no se comprometieran a convertirse en monjes. Para los que no se comprometían a convertirse en monjes, todas las relaciones sexuales estaban permitidas siempre que respetaran las leyes del país, las paramitas y el consentimiento de ambos miembros de la pareja.

Información adicional:

El deseo sexual es algo normal y también está muy relacionado con los alimentos que consumimos. Para reducir nuestro deseo sexual, tenemos que empezar a ser vegetarianos y evitar el alcohol, los azúcares, el ajo, la cebolla y todas las demás plantas que estimulan el deseo sexual.

Si los monjes buscan superar este deseo y renunciar al acto sexual, es necesario que practiquen la concentración y la meditación, sabiendo además que sólo los seres que tienen el primer nivel de dhyana pueden controlar su propio deseo sexual. Los seres que han alcanzado tal nivel son capaces de crear un «cuerpo celestial» que les proporciona un placer y una alegría constantes, superiores a cualquier placer sexual, lo que explica que el acto sexual ya no les interese.

Además, el acto sexual sigue siendo, como toda acción que moviliza el cuerpo, el ego y la mente, una ilusión, en tanto que es algo efímero, algo creado. Si, un maestro o gurú defiende que el acto sexual promueve la concentración, o que alcanzaremos un estado de conciencia más elevado entregándonos a él, ese maestro es un mentiroso, como ya afirmó el Buda en el Śūraṅgama Sūtra:

«Realizar un acto sexual para alcanzar un determinado estado de meditación es como emprender la cocción de la arena para hacerla consumible como el arroz.

Por lo tanto, si un maestro, que te invita a realizar un acto sexual, lo justifica con la idea de que te ayudará a alcanzar un estado superior de meditación, es muy aconsejable que te alejes de él lo antes posible, ya que evidentemente no tiene un verdadero conocimiento del budismo. Por lo tanto, el conocimiento correcto es muy importante para la práctica de la meditación.

También es preferible que el practicante conozca la naturaleza de los tres mundos (el del deseo, el de la forma y el sin forma) porque cada uno de estos mundos abre sus puertas a quien ha alcanzado un determinado estado de meditación y desea ir allí; en particular, el mundo de la forma se entrega a quien ha superado sus apetitos sexuales.