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El dragón tolerante

(Jataka)

Dos dragones vivían juntos. Uno de ellos era impulsivo y tenía el hábito de no andar con rodeos, mientras que el otro estaba habitado por una poderosa compasión. El primer dragón, que estaba ocupado mirando el océano durante mucho tiempo, finalmente confesó un día que esta actividad le aburría mucho, ya que siempre era el mismo espectáculo en sus ojos.

Así que invitó al Dragón Compasivo a visitar la tierra. El dragón de la compasión señaló que la tierra estaba llena de gente muy mala, y que sería peligroso para ellos ir allí.

Vayamos allí en forma de serpientes», sugirió el otro. Si no podemos encontrar a nadie, podemos disfrutar libremente allí, y si hay gente, nos apresuraremos a escondernos en la hierba. »

El dragón de la compasión cedió al deseo de su amigo y ambos vinieron a la tierra en forma de pequeñas serpientes. En el camino se encontraron con una cobra que, al ver a los dos reptiles, tuvo un loco deseo de alimentarse de ellos. El dragón impulsivo se enfadó y quiso volver a su forma natural para impresionar y luchar contra la cobra. Sin embargo, el compasivo dragón le pidió que perdonara a la cobra por su deseo de comérselos.

«Es posible, ya sabes, que si este animal quiere comernos hoy, es porque en una vida pasada nosotros mismos quisimos hacerle un grave daño. Así que perdonadle la violencia de su deseo, y sed más tolerantes, porque si perdonáis a esta cobra hoy, acabaremos definitivamente con el mal karma que una vez le perpetramos. Y no olvides que sólo los tolerantes podrán seguir el camino de la liberación. »

La ira del dragón se calmó y aceptó ignorar las amenazas de la cobra.

Sin embargo,» dijo, «vamos a casa, porque aquí en la tierra realmente no tenemos nada que hacer. »

Los dragones volvieron a su forma original y se alejaron volando, causando un huracán y rollos de trueno. En cuanto a la cobra, cuando descubrió que las serpientes eran en realidad dragones, tuvo mucho miedo y, reconociendo su error, sintió una gran vergüenza.

En el Sutra de la Paciencia, el Buda enunciaba los beneficios de la práctica de la paciencia. La paciencia, cuando se domina, es un poder tan grande como la luz. Ningún poder puede extinguirlo. Es un tesoro cuyos beneficios son mayores que los que ofrece la generosidad. El espíritu de quien lo ejerce está siempre en paz, pues, ajeno a lo que sucede, nadie puede hacernos daño. La paciencia implica la firme voluntad de permanecer pacíficamente en este estado. En su más sublime expresión, se expresa permaneciendo en este estado de dharma sin principio, en este tranquilo nirvāṇa (el verdadero yo).

El dragón de la compasión y la tolerancia fue una vida pasada del Buda Sakyamuni, mientras que el segundo dragón se convertiría más tarde en su hermano y la cobra, un enemigo del Buda. Esta historia nos enseña que si estamos apegados a la ira, la codicia y la ignorancia, nunca nos liberaremos: debemos saber perdonar, porque el perdón pone fin a nuestros malos karmas y nos da los mayores beneficios: el odio dentro de nosotros desaparece y nos movemos más rápido en el camino de la liberación.