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La historia del Rey Dragón y el Sacerdote Malvado

(Agama Sutra)

Un día el Buda, que estaba delante de todos, le dijo a Devadatta:
«No debes pensar incesantemente en cómo perjudicar al Buda, porque este pensamiento por sí solo disminuirá tus méritos.


También tendrás malas consecuencias, tu vida no será equilibrada y finalmente, serás la causa de tu propio sufrimiento y te crearás muchos problemas.

Al oír las palabras del Buda, los monjes le felicitaron:

«Devadatta le hace mucho daño, maestro, pero usted siempre es amable con él».

El Buda respondió:

«Hace muchos kalpas ya le mostraba amabilidad. En aquella época había un rey dragón que ordenaba la lluvia y la enviaba a los agricultores en el momento adecuado. A mediados de cada mes, durante dos días se transformaba en humano para practicar la generosidad y escuchar las enseñanzas budistas.

Un día llegó un malvado sacerdote fuertemente armado y que, mediante mantras, era capaz de utilizar poderes sobrenaturales; atrapó al rey dragón. Los humanos que habían observado esta escena informaron a su rey y le pidieron que ayudara al rey dragón.

El rey envió a su ejército, pero el malvado sacerdote recitó mantras y consiguió inmovilizar a todos los soldados. Entonces pidió al rey un rescate para liberar a sus soldados de la magia. El rey pagó el rescate y recuperó su ejército y al rey dragón.

Después de su éxito, y atraído por el dinero, el malvado sacerdote volvió por segunda vez. Volvió a atrapar al rey dragón, pero entonces todos los dragones se enfadaron. Hubo una tormenta y los truenos rugieron: querían matar al malvado sacerdote. El rey de los dragones mostró entonces una gran misericordia y pidió perdón a sus súbditos. Los dragones obedecieron a su rey y liberaron al sacerdote sin castigo.

El sacerdote volvió por tercera vez y secuestró de nuevo al rey dragón. Esta vez todos los dragones estaban tan enfadados que volvieron a su deseo de matar a este hombre. El rey dragón los detuvo de nuevo y el sacerdote pudo salir sano y salvo.

El Buda añadió:

«El rey dragón era yo en una vida pasada y el sacerdote era el que hoy conoces como mi primo Devadatta. Me convertí en Buda porque soy generoso y compasivo con todos los seres sintientes.

De esta historia podemos entender que el Buda sembró las semillas de la compasión en innumerables existencias anteriores. No hacía excepciones con los que le habían perjudicado y trataba a todos por igual.

La generosidad es importante porque nos permite crear afinidad con los demás. Cuando queremos practicar la generosidad, debemos ponernos en el lugar de la otra persona y recordar que la ira y los celos nos impiden avanzar en la práctica.