Menú Cerrar

La tigresa y el sabio

(Jataka)

Se dice que desde tiempos inmemoriales hubo un sabio que estaba ocupado meditando y que, lleno de compasión, no quería otra cosa que ayudar a otros seres. Un día conoció a una tigresa que estaba tan hambrienta que ya no podía encontrar la fuerza para cazar y que ya no tenía suficiente leche para alimentar a sus tigres.

Así que se había rendido ante la terrible idea de comerse a uno de sus cachorros para poder cazar de nuevo y así poder alimentar a los demás. El sabio, habiendo comprendido la decisión del animal, se sintió atraído por un inmenso sufrimiento y quiso hacer algo para liberarse de su sufrimiento. Como su propio cuerpo iba a morir un día pronto y había hecho un voto para ayudar a todos los seres, él podía sacrificar su propia vida para salvar a la tigresa y sus cachorros. Así razonó el sabio, que luego acercó su cabeza a la boca del animal demacrado, que aceptó ser alimentado por ella. La tigresa podría de esta manera sobrevivir y encontrar la comida para sus crías.

Este sabio, que fue una de las vidas pasadas del Buda Sakyamuni, nos enseña que es necesario establecer excelentes relaciones con tantos seres como sea posible, y para ello es necesario practicar una gran generosidad hacia ellos. La generosidad es la primera de las paramitas en el budismo: es esencial para nuestra propia evolución porque sabemos que cualquier daño que hagamos a los demás se volverá contra nosotros tarde o temprano.

El sacrificio del sabio nos enseña aún más: nos recuerda que nuestro cuerpo físico no es nuestro verdadero yo, que es sólo una cobertura, una apariencia, y que el verdadero yo está más bien en esa infinita generosidad que el sabio estaba trabajando, y que un día le hizo el Buda que conocemos como Sakyamuni.